En el inmenso mar de los sollozos, en la popa de un velero, cubierta por sus cabellos blancos estas tu muchacha, mirando fijamente el mar y es el mismo mar que te inunda los ojos. Las cataratas cristalinas obnubilan tu pensamiento, callan esas voces que susurran como ululan los búhos en los bosques.
Entonces una palabra rota, se escribe en el tiempo, se propone perecer al instante, pero la atrapas en un suspiro y la abrazas con una mano, levantas la mirada y ahora, con el sol en los ojos, paran las cascadas y se calma el temporal, tomas tu suspiro y se lo entregas al viento, como haciendo un conjuro, como si te entregaces a ti misma, te lanzas al viento pequeño misterio, en una palabra tu piel y tu mente se metieron, así como todo el Nilo cabe en la palabra Nilo y todo el mundo si es necesario, te entregaste al universo y te encontraste a ti misma, pues el universo no es más que un espejo para el alma, que vacila entre los lamentos, para el espíritu inquieto y asustado para los traicionados por sus espejos, ahora siéntate un rato que el espejo no irá a ningún lado.